domingo, 27 de marzo de 2011

CAPÍTULO II

Luego en la cárcel, escuchaba gritos desde afuera. Eran los mismos policías que me agarraron con alguien que llevaba un parche en el ojo. Veía que lo golpeaban.
- Camina imbécil, no tengo todo el tiempo.- Decía Daniel
- Ya voy coño.
- Que rebotado el hombre.- Decía Vicente.
- Eres ladrón, bueno, pues paga imbécil.- Decía Daniel.
- Ya me tienes. ¿Qué mas quieres? – Dijo el hombre
- Darte coñasos.- Dijo Vicente.
- Eso es.- Dijo Daniel.
- Pendejos.- Dijo el hombre
- ¿Tú que ves? – Dijo mirándome a mí Vicente
- A éste le vamos a dar una pela.- Dijo Daniel.
- Ya, déjenme.
- ¿Déjenme qué? – Preguntó Vicente.
- Vas a pasar culo huevón.- Dijo Daniel.
- No me jodas.
- Tú estabas solicitado hombre.- Dijo Vicente.
- No es nuestra culpa haberte agarrado. Eres bobo, no estuvieras por zona de policías
- Hijo de putas
- ¿Cómo?

Luego cerca de mi celda había un hombre llamado Jesús, que yo lo había visto por Sabana Grande, escucho todo.
- ¿Qué pasó conmigo? – Preguntó Jesús.
- Perfecto amigo, tengo todo lo que querías.
Jesús escuchaba.
Caminaba en su celda.
- Háblenme. ¿Me van a soltar? Ya llevo tres horas aquí.
- Sí vente, tenemos a uno que es la excusa perfecta, eres libre.
- ¿En serio? Bueno, podemos pactar entonces.

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