Luego en la cárcel, escuchaba gritos desde afuera. Eran los mismos policías que me agarraron con alguien que llevaba un parche en el ojo. Veía que lo golpeaban.
- Camina imbécil, no tengo todo el tiempo.- Decía Daniel
- Ya voy coño.
- Que rebotado el hombre.- Decía Vicente.
- Eres ladrón, bueno, pues paga imbécil.- Decía Daniel.
- Ya me tienes. ¿Qué mas quieres? – Dijo el hombre
- Darte coñasos.- Dijo Vicente.
- Eso es.- Dijo Daniel.
- Pendejos.- Dijo el hombre
- ¿Tú que ves? – Dijo mirándome a mí Vicente
- A éste le vamos a dar una pela.- Dijo Daniel.
- Ya, déjenme.
- ¿Déjenme qué? – Preguntó Vicente.
- Vas a pasar culo huevón.- Dijo Daniel.
- No me jodas.
- Tú estabas solicitado hombre.- Dijo Vicente.
- No es nuestra culpa haberte agarrado. Eres bobo, no estuvieras por zona de policías
- Hijo de putas
- ¿Cómo?
Luego cerca de mi celda había un hombre llamado Jesús, que yo lo había visto por Sabana Grande, escucho todo.
- ¿Qué pasó conmigo? – Preguntó Jesús.
- Perfecto amigo, tengo todo lo que querías.
Jesús escuchaba.
Caminaba en su celda.
- Háblenme. ¿Me van a soltar? Ya llevo tres horas aquí.
- Sí vente, tenemos a uno que es la excusa perfecta, eres libre.
- ¿En serio? Bueno, podemos pactar entonces.
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